Érathis

viernes, 22 de octubre de 2010

Las Paradojas de la Vida

Me encuentro atravesando uno de los momentos más difíciles... Mi madre se debate entre la vida y la muerte. Esta vez no voy a hablar de mis avatares en el campo empresarial ni de las teorías más importante del management, se trata de una situación real, por la que muchos han pasado o inevitablemente tendrán que atravesar en el algún momento de sus vidas.

He leído y escuchado mucho acerca de lo que significa la muerte. Me gusta la definición que hace la Dra. Elizabeth Kubler Ross en su libro "la muerte un amanecer" cuando expresa que esta experiencia es casi idéntica a la del nacimiento. No puedo negar que me ha ayudado mucho mirar este acontecimiento desde una perspectiva positiva, sin embargo es inevitable sentir el dolor de ver que una persona que amas está a punto de partir a una vida mejor, ya lo viví hace seis años con mi padre.

Me he atrevido a escribir algo tan personal no con la finalidad de que me compadezcan sino de dejar en evidencia un aspecto que estoy seguro también compartirán. Se trata del trance que uno vive cuando ingresas a un hospital o clínica. Parecieran que las personas que ahí trabajan depositaran su corazón en una gaveta al momento de ingresar y lo recogieran al salir, algo así como lo que hacen en algunas empresas para que los empleados no hablen por celular cuando trabajan.

En esta situación crítica por la que mi madre atraviesa, pude experimentar el significado de la indiferencia, tanto en los hospitales públicos como en los privados. En los primeros, los pacientes que ingresan por emergencia, pierden el nombre y su condición de seres humanos y pasan a ser tratados como si fueran paquetes con códigos de barras, con fecha de vencimiento. Me pregunto si las autoridades se atreverían a vivir esta experiencia, como pacientes, para hablar con mayor conocimiento de causa... ¡se lo recomiendo!

En esta difícil experiencia, tuvimos que pasar a mi madre a un clínica... la sacamos "casi al hombro" por el impacto negativo emocional que recibió durante dos noches en el hospital. La ingresamos a una clínica local, de impresionante infraestructura (ganas no me faltan de decir el nombre) coincidió con un día feriado, por la noche. Nos recibieron amablemente con una sonrisa. Esta actitud fue cambiando cuando pasamos al Dpto. de administración... al momento en que exigen el pago de una garantía para poder atender al paciente, nos advirtieron que si no teníamos el dinero en ese momento, tendríamos que volver, con mi madre claro, por donde vinimos, ello implicaba volver al "infierno" de donde la sacamos. Con total frialdad los médicos y personal administrativo nos dieron una hora como máximo para conseguir esa cantidad importante... finalmente se arregló y cubrimos el depósito con la tarjeta de crédito "salvadora". No voy a seguir dando más detalles posteriores, que fueron muchos, para no perder objetividad y la ecuanimidad. Como conclusión y aprendizaje, puedo decir que tanto en los hospitales como en las clínicas (no todos por supuesto) reina la indiferencia, la insensibilidad, unos con la burocracia a cuestas y los otros con "cuello y corbata" que afilan los dientes cuando se pone en riesgo sus ingresos económicos.

Estoy de acuerdo que uno paga más por recibir un buen servicio y que uno sabe hasta donde puede llegar, lo que no comparto es que algunos médicos solo se motiven cuando ven la cola de pacientes que van a atender, como si fueran cajas registradoras de supermercado o aquellos que solo piensan en lo que aprenden por cada "nuevo tumor" que tienen al frente. Estoy seguro que existen profesionales que se formaron con ética y valores, pensando que tratan con seres humanos y entienden la responsabilidad que ello implica.

En momentos como estos me queda la esperanza que las personas que tienen vivos a sus padres, le den lo mejor en vida, no esperen el velorio para querer demostrar lo que no dieron antes, no se trata de dinero, se trata de darle amor, si!... eso es lo que necesitan las personas y más aun cuando viven sus últimos días. Tarde o temprano la vida te pone del otro lado... los médicos algún día se convierten en pacientes, los hijos pasan a ser padres, abuelos, etc. Espero que no se tarde para ponerlo en práctica.

lunes, 4 de octubre de 2010

No soporto más este trabajo...pero

Estoy seguro que la frase que titula este artículo, ha dado vueltas por su cabeza, en más de una oportunidad. ¿Quién no se ha levantado con ganas de renunciar a su trabajo?... y decir simplemente: ¡No aguanto más! !No soporto el abuso y la falta de reconocimiento de la empresa, la indiferencia de mi jefe! ¡Que no me pidan camiseta, primero que se la pongan ellos!

Tal como lo comentaba en el artículo anterior, "Cuando el trabajo se convierte en una prisión", las personas caen en un proceso de "Despido Interior" como lo llama Lotfi EL- Ghandouri, dejan que el tiempo transcurra, sin intentar detener el deterioro que llevan internamente. En una ocasión me sucedió algo similar, trabajaba como supervisor en una planta de producción, era uno de mis primeros trabajos. Me ilusionaba la idea de tener personas bajo mi cargo, de poner en práctica mis conocimientos y aprender todo lo que pudiera. Lamentablemente, tras un inicio motivador, por el buen sueldo que recibía, empecé a sentir que éste no era suficiente para tener que soportar situaciones injustas de abuso de poder.

Cada día que transcurría se hacía más difícil levantarme... del entusiasmo que tenía al inicio, ya no quedaba mucho. Me molestaba ver a los gerentes, unos más incompetentes que los otros, capaces de perjudicar a otra persona, por salvar su "pellejo". El director de la empresa, parecia que disfrutaba ver pelear al gerente de ventas con el de producción, por citar alguno de los casos. Tras una serie de situaciones de ese tipo, lo único que me motivaba era verme lejos de esa empresa. No había día que no pasara por mi cabeza la idea de renunciar, sin embargo los días transcurrían y cuando estaba a punto de hacerlo, ponía el freno, justificándome yo mismo, inventando mil y un razones para no dar ese difícil paso..., ese salto al vacío, que nos provoca temor y nos anuda la garganta.

Hasta que llegó ese día... recuerdo que me levanté muy temprano y lo primero que pensé fue "hasta aquí llegué... no más maltrato, basta de refugiarme en mil excusas... ¡se acabó! llegué a la empresa, con una felicidad camuflada a sabiendas que este sería mi último día y así fue renuncié sin pensar en el precipicio que tenía en frente. Uno de mis compañeros me dijo una frase que no he podido olvidar: "Te felicito por ese coraje que has tenido en ponerle punto final a esto". Me encontré con esa persona después de muchos años, me comentó que se arrepentía de haber permanecido tanto tiempo, en dicha empresa, para que al final fuera despedido sin pena ni gloria.

Tomar una decisión de ese tipo no es tarea fácil lo sabemos, no obstante puedo afirmar que fue una de las mejores decisiones de mi vida. Fue como arrojar al precipicio "la vaca" de Camilo Cruz. Luego de esa experiencia de la cual aprendí mucho, fui encontrando el camino, siempre con obstáculos por supuesto, pero la vida está llena de ellos. Diría que la luz se fue haciendo más visible, a medida que dejé de enfocarme en las cosas externas y empecé un proceso que lo llamaría el "Reencuentro interior", en el que he ido rescatando muchos aspectos que no conocía en mi mismo, aun sigo sorprendiéndome de los resultados que consigo cuando aflora en mi esa pasión... ese amor por mi trabajo. No me cansaré de decirle a las personas a las que tengo ocasión de compartir, que se miren interiormente, que escuchen a su corazón, que la vida no se acaba por dejar un empleo de muchos dólares. Todos tenemos una misión en la vida, solo es cuestión de perseverar hasta identificarla y de ahí no parar hasta alcanzar la visión que nos hemos propuesto. Cuando digamos "No soporto más este trabajo" deseo que ese"pero" lo reemplacen por... "me merezco algo mejor"

Hasta la próxima!